This article has been translated from English to Spanish.

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En la vida, nos regimos por rutinas. Te lavas la cara al despertarte (al menos eso espero), comes alrededor del mediodía, te lavas las manos después y te acuestas más o menos a la misma hora todas las noches.

Creamos hábitos diarios para sobrevivir al día.

Como traders, hacemos lo mismo en los mercados.

Con el tiempo, formamos una rutina de trading en la forma en que procesamos y reaccionamos a la información que nos llega.

Por ejemplo, algunas personas mienten a sus parejas por impulso, aunque no hayan hecho nada malo, solo para evitar una conversación larga. ¡Incluso un niño mentiría un poco solo para evitar una bronca!

En realidad, no son mentirosos por naturaleza, sino que se han condicionado a responder de una determinada manera ante una situación concreta.

¿Cómo se aplica esto al trading?

Abre tu diario de trading y busca tu peor operación. No solo la mayor pérdida, sino aquella que todavía te hace estremecer. El home run fallido. La salida prematura. La vez que te quedaste paralizado.

Tu peor operación puede que ni siquiera sea aquella en la que has incurrido en tu mayor pérdida.

Puede ser una oportunidad perdida, cuando dudaste en realizar la que podría haber sido tu operación del año, o cuando cerraste las ganancias demasiado pronto en lugar de dejar que siguieran creciendo.

Es posible que te hayas acobardado por miedo a perder, incluso cuando los mercados daban todas las señales de que la siguiente operación sería ganadora.

Pregúntate:«¿Por qué realicé esta operación? ¿En qué estaba pensando?».

Es posible que te des cuenta de que no estabas pensando en absoluto. Simplemente reaccionaste a una situación familiar e ignoraste lo que el mercado estaba diciendo realmente.

Otro patrón de pensamiento negativo es cuando te vuelves absolutamente indiferente a las pérdidas y terminas realizando una operación tras otra a ciegas solo para compensar tus pérdidas.

Por otro lado, el entumecimiento después de una pérdida puede empujarte al modo venganza, realizando una operación tras otra hasta que la caída se vuelve fea.

La mayoría de los operadores intentan ignorarlo. Al igual que los rechazos en el instituto, apartan las malas operaciones de su mente y prometen «hacerlo mejor la próxima vez».

Eso no es suficiente.

Tienes que profundizar en los detalles. Abre tu diario y pregúntate:

«¿Por qué realicé esta operación?».
«¿Seguí mi plan cuando la cerré?».
«¿Qué emociones me impulsaban en ese momento?».

Cuando te obligas a responder con sinceridad, empiezas a ver patrones en tu forma de pensar. Ahí es donde comienza el cambio.

Desaprender los malos hábitos no es divertido, pero es la forma de recuperar el control de tus emociones y convertirte en un mejor operador.